Esta enfermedad es la primera razón de discapacidad permanente en adultos en la Argentina. De qué manera evitar daños graves o secuelas.
Cada 29 de octubre se conmemora el “Día Mundial del Ataque Cerebrovascular (ACV)”, destinado a informar y concientizar a la comunidad acerca de esta enfermedad que puede ser mortal o discapacitante.
La fecha se conmemora desde 2008 y fue establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de informar a la comunidad acerca de esta enfermedad que puede prevenirse.
Los ACV causan más de 18.000 muertes al año y son la primera razón de discapacidad permanente en adultos en Argentina, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Las posibilidades de recuperación, luego que se desencadena esta afección. se relacionan directamente con el tiempo que transcurre desde el inicio del evento hasta el momento en que el profesional interviene. Por eso, es fundamental reconocer los síntomas y actuar con rapidez.
El ACV ocurre cuando la sangre que llega al cerebro no es suficiente, ya sea porque una arteria se tapa o se rompe. Así, cuando la circulación sanguínea al cerebro se interrumpe o se ve disminuida, comienza la aparición repentina de síntomas neurológicos.
La forma más efectiva de aliviar el impacto es consultar de inmediato con un médico, ya que los nuevos tratamientos sólo funcionan si se aplican dentro de las tres primeras horas de presentados los síntomas iniciales, que no suelen durar más que unos pocos minutos y luego desaparecen. ¿Cuáles son estas señales de alarma?
La más frecuente es la falta de sensibilidad, debilidad o parálisis repentina en la cara, el brazo o la pierna, especialmente en un lado del cuerpo; confusión súbita, problemas repentinos para hablar o entender; problemas repentinos para ver con uno o los dos ojos; dificultades para caminar, mareo, vértigo, pérdida del equilibrio o falta de coordinación; dolor de cabeza súbito y de máxima intensidad.
Cómo disminuir el riesgo de sufrir un ACV
Reduciendo y eliminando el consumo de tabaco y drogas.
Comidas saludables, reduciendo grasas, azúcares y el consumo de sal.
Realizar actividades con regularidad.
Controlar niveles de glucemia, colesterol y tensión arterial.
Prestar atención al sobrepeso y la obesidad.
Cuidar el consumo excesivo de alcohol.
Vigilar otras enfermedades cardiovasculares como la hipertensión arterial y arritmias. Además controlar chequeos médicos.